¡Bienvenidos a un nuevo post de Ordenando el alma!
Hoy les vengo a proponer embarcarnos -por un momento- en un mundo diferente al que estamos acostumbrados: el mundo de las paradojas.
Mucho es lo que se ha hablado y escrito respecto a este tema.
La RAE define la paradoja como: “hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica.”
De manera notoriamente más agradable, Alejandro Dolina (escritor, músico y conductor de radio en el programa “La venganza será terrible”), se refirió alguna vez a las paradojas, como
“Esos juegos del razonamiento en donde se llegan a conclusiones que parecen verdaderas, pero son falsas, o que parecen falsas y son verdaderas.”
Cualquiera sea el caso, el mundo de las paradojas es tan interesante como resistido, ya que exige poner en ejercicio a la razón para obtener como resultado la ausencia de resultado alguno.
Se dice que la primera paradoja surgió hace más de 2.500 años (en el s. VI a. C), según cuenta la tradición griega un poeta, filósofo y legislador, llamado Epiménides, oriundo de Creta, despertaba después de haber dormido 57 años en una caverna. Justo desde ese momento, empezó a profetizar. Entre las cosas que decía, ha quedado algo para la posteridad, algo que más tarde se conocería como ‘La paradoja de Epiménides’, que se basa en la siguiente afirmación: "Todos los cretenses son mentirosos"
Por lo tanto, sabiendo que Epiménides es cretense, suponemos que al decir eso está mintiendo. Si está mintiendo, existe una contradicción, ya que estaría siendo veraz al afirmar que “todos los cretenses son mentirosos”; y si, por el contrario, al decir “todos los cretenses son mentirosos” está mintiendo, entraría en otra contradicción, ya que la afirmación anterior sería veraz.
Para entender un poco más sobre estas paradojas, le traigo otro ejemplo con un personaje, quizás, más ameno y agradable: Pinocho.
Todos sabemos que si Pinocho miente, le crece la nariz. Ahora, si pinocho asevera: “me va a crecer la nariz”, ¿qué debería pasar? Por un lado, si su nariz crece notaríamos una contradicción, ya que Pinocho fue veraz, y sin embargo, su nariz creció de igual manera. Por otro lado, si su nariz no crece también entraríamos en una contradicción, ya que fue mentiroso en cuanto a sus palabras: “me va a crecer la nariz”, y por ende, debería de crecerle la misma.
Para poder convivir con estos tipos de planteos sin ofuscarnos, debemos entender que en el mundo de las paradojas, la elaboración del problema prima sobre la presencia de una “respuesta correcta”. Bajo esta estructura, comprenderemos que es más importante poner en jaque a la razón, que tenerla.
Lo brillante de las paradojas, es que te obligan a pensar en situaciones que de manera llamativa parecen no tener solución. Uno, en su frenética necesidad de encontrar resultados, se encuentra abatido e inmerso en un planteo sumamente embrolloso, que al carecer de respuesta lógica carga de angustia la mente de aquellos que necesitamos perpetuarnos según el orden de la razón. Pero las paradojas no nacen para ser resueltas, sino que tienen como objeto final el planteamiento de un conflicto irresoluble, y se vanaglorian de no tener respuesta alguna. Las paradojas pretenden incomodarnos, sacarnos de esa maquinaria absurda y falaz de la que tanto hacemos mella ante nuestros pares -y ante nosotros mismos-, presumiendo ser capaz de alcanzar siempre una respuesta idónea.
Sin dudas es este un ejercicio que requiere de una grandísima sinceridad intelectual, y nos lleva a la sana práctica de aceptar que no todo tiene solución, que no todo tiene una respuesta correcta. La vida está llena de situaciones que no buscan ni requieren ser resueltas. No siempre todo tiene que quedar perfectamente definido. Y esa falta de perfección -o esa perfección diferente-, forma parte de la vida misma, y lejos de generarnos desazón o decepción debería ser aceptada como tal, simplemente, como uno de los diversos paisajes en los múltiples caminos de nuestras vidas. Sin embargo, por parte de todos aquellos que elegimos nutrirnos de esa desabrida porción opio disfrazada de verdad, es más común optar por “tener respuestas para todo”, y rechazar de primera todas esas “paradojas de la vida cotidiana”, ya que de esta manera, será más fácil hacernos creer que tenemos el control, y por lo tanto, mantenernos mentalmente estables, o al menos, jactarnos de eso ante nuestros pares.
Para aquellos interesados en profundizar sobre algunas paradojas, les dejo este espectacular segmento del programa radial llamado “La venganza será terrible”, conducido por el maestro Alejandro Dolina.
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